jueves, 22 de abril de 2010

Serie B de Desmond Tichy

Simon Archer es una joven de 20 años, ciego de nacimiento, que vive una existencia rutinaria atrapado como una pelota de tenis entre su casa y la escuela especial para invidentes. Pero de pronto todo, y cuando digo “todo” quiero decir “TODO”, cambia cuando una noche sueña que ve. O mejor dicho: cuando una noche ve en sueños.

Después del desconcierto inicial comprende que sus sueños siguen una pauta, una continuidad: sus sueños conforman una narrativa fragmentada por las vigilias, y esa fragmentación hace que siempre se detengan en el mejor momento, como clifhangers desesperantes. Simon decide entonces tomar una sobredosis de somníferos para llegar al fondo del asunto.

Mientras su cuerpo permanece en coma, al borde de la muerte cerebral, su mente conoce a Glasgow, una alocada muchacha que primero trastocará todas las creencias de Simon, para después abrirle los ojos (nunca mejor dicho) a una nueva realidad más real que la vida.

Capa tras capa, el mundo de Simon va mutando en una suerte de viaje al fin de la noche, al fin de la cordura. En tiempo real asistimos a este viaje iniciatico de Simon a través de historias inconclusas, de retazos de géneros narrativos que nunca han existido, al menos no en este mundo, un viaje a través de la fantasía mientras su cuerpo, real y pesado como un ancla, languidece en su lecho.

La mala noticia para Simon es que el sueño pronto deviene en pesadilla. La buena noticia para nosotros es que la lectura de sus desventuras nos va a dejar pegados al libro hasta que lleguemos a la última página.

Fantástica esta nueva novela de David Botwin que, como todas sus obras de ciencia ficción (o lo que demonios sea que haga este hombre) firma con el seudónimo de Desmond Tichy, lo que dice mucho de su amor por la obra del maestro Stanislaw Lem. La verdad es que, de todas sus novelas fantásticas, esta es la que más se parece en estructura e intenciones a los Diarios de las estrellas del soviético, salvo que aquí el conjunto se asemeja más a una novela fragmentada que a una recopilación de relatos. Se aprecia también la influencia (la sombra casi ineludible en los tiempos que corren) de Philip K. Dick, esa lucha entre lo real y lo no real, entre la paranoia y la cordura, entre el cuerpo y la mente.

A pesar de todo lo dicho, la obra de Botwin-Tichy es de una originalidad tan patente, tan palpable, casi tan insultante, que hablar de influencias suena casi baladí. Lo mejor es dejarse llevar por el tifón de situaciones inesperadas que nos brinda el británico, la tormenta de tramas rocambolescas siempre a un paso de la descomposición que hilvana párrafo a párrafo. Ese paso que separa lo acomodaticio de lo terrorífico. Porque, por encima de todo, la obra de Tichy nos habla de nuestro miedo más atávico: el miedo a dejar de ser nosotros mismos.

Para leer entre risas nerviosas.