lunes, 28 de junio de 2010

Uniformemente acelerado de Walter Ferrel

Este libro es un reloj y un metro.

Walter Freeman, gurú de la lobotomía, se despierta en una cabaña en mitad de un bosque, sin recodar cómo ha llegado hasta allí. En este libro, que escribe el personaje, plasma todo lo que descubre, conformando una espiral de tiempo y espacio con epicentro en la cabaña, e instante cero el momento en que abrió los ojos.

Como ya hemos dicho, este libro es un reloj y un metro.

El propio Freeman usa las páginas de este libro, pegadas una a continuación de otra, como galibo, como tope, como frontera de sus movimientos.

¿Parece confuso?

Eso es porque no estoy siendo capaz de plasmar en estas modestas líneas lo que ocurre en este libro con total fidelidad.

En realidad es MUY confuso.

Para liarla, en el límite de sus movimientos, Walter encuentra el cadáver de una adolescente, desnuda y con la sangre drenada.

Encuentra también otra cabaña idéntica a donde despertó. Idéntica hasta en el último detalle, incluido cierto científico que yace dormido y que al despertar no recuerda cómo ha llegado hasta allí.

La única diferencia: un barril lleno de sangre.

Este libro se estructura con formulaciones matemáticas.

Ciertas magnitudes varían de forma continua, mientras otras lo hacen de forma discreta o discontinua, es una de ellas.

Pero la más importante, la que verdaderamente estructura toda la obra es la siguiente: la teoría cuántica nos habla de la probabilidad de que un suceso dado acontezca en un momento determinado, no de cuándo ocurrirá el suceso en cuestión.

Walter Ferrel, profesor de física cuántica en la Vanderbilt University, ha creado con esta su primera incursión en la ficción un objeto único, un híbrido entre la matemática y la literatura cuyo único parangón sería la Matemática demente de Lewis Carroll. Esta narración avanza a golpe de paradojas y repeticiones (en realidad reformulaciones), que cristalizan en un texto de una perfección formal que uno creería imposible si uno no lo estuviera leyendo. Todo, y quiero decir TODO, adquiere su lugar en esta gran fórmula matemática en forma de novela breve.

Y no, al final no es un sueño.

Y no, al final no están muertos.

Y no, no es una cosa grave y aburrida. Es uno de los libros más divertidos que he leído esta temporada.

Y sobra decir que uno de los más atípicos que he devorado en toda una vida de lector compulsivo.

Y supongo que como lector compulsivo uno agradece estos desvíos del camino principal, por variar el paisaje, por cambiar de vistas. Pero no querría que se quedasen con la falsa impresión de que el único valor de este libro es su rareza. Dramáticamente es canónico, y literariamente alcanza altos vuelos.

Como Francois Toussaint escribiendo al dictado de Borges, ouija mediante, mezclando realidad y ficción (Walter Freeman es una figura real, y mucho de lo que se describe en el libro sobre su vida también fue real; otra buena parte, obviamente, no), Ferrel nos sumerge en un universo literario inédito, una tierra de nadie fascinante y peligrosa. Peligrosa porque uno corre el riesgo de no querer regresar.

Nota especial para la edición española de Caterpillar, exquisita, incluyendo la traducción, nada sencilla.

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