martes, 1 de julio de 2008

Hotel Europa de Norman Kay

Kay, brillante estudiante en Stanford, donde se gradúa cum laude en 1961 en Literatura Comparada, se une a la comuna La Compañía de Calíope, afín al escritor y gurú psicodélico Ken Kesey, formando parte brevemente de sus Alegres Bromistas y de sus experimentos con el LSD. Fruto de esa época tan idiosincrática nace este breve texto, conjunto de relatos unidos por un mismo protagonista, funcionando casi como una novela disfuncional (valga la paradoja). Partiendo de su maestro Kesey, sobre todo de su obra Sometimes A Great Notion, del Burroughs menos críptico y, principalmente, de la obra Seis problemas para don Isidro Parodi, de sus admirados Borges y Bioy Casares, de la que toma la estructura formal y la pátina desmitificadora, Kay trama esta serie de relatos policíacos de extensión dispar y regocijo común.
El detective Shaum T. Lowell vive encerrado en el Hotel Europa ya que, por circunstancias que sería imprudente explicar aquí, su exocerebro se ha convertido en una de las habitaciones de dicho hotel, concretamente la 216. Viviendo entre su cerebro-habitación y la barra del bar del hotel, Lowell se encuentra con individuos que, en la mayoría de los casos, necesitan de su ayuda profesional sin ellos mismos saberlo. A cambio de una mínima remuneración (la justa para poder seguir viviendo en el hotel), Lowell resolverá todos los casos que se le presenten sin abandonar su posición acodada en la barra del bar. Siguiendo un método intuitivo y sistemático (ocho preguntas que, en principio, no parecen tener relación directa con el caso, y que además siempre son las mismas salvo la última), Lowell llega a la verdad oculta tras las turbias apariencias, dejando en evidencia al desprevenido cliente.
Compuesta por ocho capítulos/casos de distintas extensiones (Bromuro azul apenas tiene tres páginas, mientras que El abrigo ruso ocupa casi la mitad de las 140 páginas del volumen), funciona como Caballo de Troya de humor e inteligencia dentro de la mojigatería y tontería reinante en la época. Mucho más crítico con “los suyos” y con el rollito imperante, narrada con un estilo barroquizante y culto, la obra supera con sobresaliente la prueba del paso del tiempo, y vive más allá de su época y de sus circunstancias, convirtiéndose en una lectura atemporal e indispensable, no ya para conocer el lado oscuro de la Era de Acuario, sino para entender las contradicciones de la segunda mitad del siglo XX, que no fueron pocas. Cuarenta años después de su edición original, por fin disponemos de una excelente traducción al castellano. Ya no tienen excusa para obviar esta pequeña obra maestra del humor negro.

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