jueves, 16 de octubre de 2008

Again de Walter J. Esher

Esher era la oveja más negra de ese rebaño de ovejas negras que es la revista satírica American Rampage!, del gran Hume Marshall (desde hace unos años sólo editor honorífico, tras la venta del mensual al gigante GPH Press). Hombre de la casa antes de ser siquiera hombre, Esher comenzó como chico de los recados de Rampage con 14 primaveras, pero pronto le dejaron encargarse de contestar el correo de los lectores allá por los lejanos años 80, bajo el pseudónimo de Fox Foxley: contestaciones descacharrantes que bien merecerían una recopilación con las ilustraciones del propio Esher que iluminaban los correos originales. Demostrando que no hay oportunidades pequeñas, sino talentos pequeños, Esher transformó una página anodina y de puro trámite en una de las favoritas de los lectores. Marshall, que no tiene un pelo de tonto, comenzó a encargarle reportajes y relatos, y Esher no desperdició este nuevo reto, desplegando un alubión de ideas descabelladas, pseudónimos recurrentes y ocurrencias delirantes, convirtiéndose en uno de los puntales de la publicación hasta su prematura muerte en 2004 (en accidente de coche, con sólo 40 años). Una verdadera lástima, ya que su arte narrativo apenas estaba empezando a despuntar, inmerso en una continua evolución que nunca sabremos a dónde podría haberle llevado.
El precioso volumen que nos ocupa recopila sus tres textos mayores (en extensión, en calidad siempre fue muy homogéneo), a medio camino entre la novela corta y el relato largo, entre las 46 páginas del texto titular y las 67 de Killer Sand, el único no inédito (prepublicado por capítulos en Rampage). De forma breve diremos que Gauguin trata sobre un tipo que, bajo hipnosis, descubre que fue Paul Gauguin en una vida anterior, y a partir de ese momento se dedica a dar conferencias sobre el mítico pintor y a asistir como invitado a infectos programas de televisión a los que le invitan sólo para reírse de él. Hasta que sucede algo que dejará a todos con pocas ganas de seguir cachondeándose. Ciniquísima crítica a los mass media, a ese ente llamado “mundo del arte” y, de paso, a la cocina francesa, que se lee del tirón y que satisface las papilas gustativas de todo lector masoquista; a saber: deja un regusto amargo pero con ganas de repetir. En un estilo un poco atropellado, como si Esher quisiera plasmar el mayor número de ideas en el menor tiempo posible, da la sensación de apunte elaborado más que de obra terminada.
Mejor todavía es Killer Sand: una ex-agente del mossad aparece muerta en su cocina en extrañas circunstancias. No me pregunten cómo, pero el arma del delito son nanorobots asesinos ocultos entre la arena del gato. Cuando la información transciende a los medios cunde el pánico general, lo que da pie a Esher a pintar un fresco histórico, de protagonismo colectivo, en el que no queda títere con cabeza: desde el Ministerio de Defensa hasta los servicios de mensajería, desde el Arzobispo de Nueva Inglaterra hasta el Sindicato de Veterinarios de América. Escrito con un estilo barroco, detallista y afilado, supone una de las más preclaras visiones sobre la paranoia Norteamérica de finales del XX junto a, quizás, Ruido de fondo de Don DeLillo.
Pero la joya de la corono es, sin duda, Again, una road movie mental, tristemente premonitoria: Arthur atropella a un anciano, dejándolo en coma. En el hospital donde el anciano es internado, conoce al hijo de éste, Giles, del que se enamora perdidamente. Arthur, que nunca se había sentido atraído por un hombre, tiene que replantearse toda su vida (está casado y tiene una hija) y repasar todos sus recuerdos en busca de alguna señal, de algún indicio. Esta pequeña obra maestra, desgarradora y humorística al mismo tiempo, deja sin aliento desde el primer párrafo, te atrapa en un texto continuo y sin pausa, sin vuelta atrás, como el hilo de pensamiento del protagonista. A parte de terminar con uno de los finales más redondos, más escalofriantes, más hondos que un servidor recuerda. Extraordinario.
La edición de Next Island Publishing es, además de una obra de arte en sí misma, la única oportunidad de hacerse con un fragmento más o menos perenne de la obra de este gran desconocido que es Walter J. Esher. El prólogo de Chloe Hooper, iluminador; el epílogo de Hume Marshall, desgarrador. Si su inglés es aceptable, no lo dude, pues difícilmente se traducirá al español. Un consejo de amigo.

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