lunes, 5 de mayo de 2008

Violent Violet de Takashi Minokame

En un futuro indeterminado, la isla japonesa de Hokaido se ha convertido en el centro mundial del vicio, en todas sus variantes y modalidades; una isla entera dedicada a satisfacer los más bajos instintos humanos, siempre que uno pueda permitirse el precio. La pequeña Isomi, apodada Violet por el color de su cabello, es vendida por sus padres a Mr. Asako, dueño de la principal red de prostitución. Desde niña es criada para ser una “prostituta mixta” en el burdel de Niamansa, unos de los más prestigiosos de la isla. A los 14 años, como a las demás futuras trabajadoras del sexo del local, se le realizan injertos artificiales; en su caso, sustituyen su vagina por una artificial, con un complejo vibrador incorporado y un sensor olfativo que le permite distinguir todo tipo de hormonas y anticiparse así a las reacciones de los clientes. Al poco se convierte en la favorita de Mr. Asako, al ser la única capaz de hacerle llegar al orgasmo. El anciano proxeneta desea retirarse a su aldea natal para construir un pequeño club de baile, pero no sabe en manos de quien dejar su rentable negocio, pues uno de sus hijos es un psicópata homicida “involuntario”, y el otro, Shiuke, sufre de encefalitis con episodios de alucinaciones. En el complejo mundo que Shiuke crea en ellas, aparece de forma recurrente una mujer de cabello violeta que decide vengarse de todos los que han destrozado su vida, empezando por sus padres y terminando por Mr. Asako y sus descendientes. Para ello sólo cuenta con una prodigiosa vagina que exuda ácido nítrico, y mucha, mucha mala leche. Shiuke comenzará a tener problemas para distinguir sus alucinaciones de la realidad cuando ésta comienza a parecerse sospechosa, y peligrosamente, a sus sueños.
Primera parte del paranoico díptico que conforma la última obra del japonés Takashi Minokame, que lleva al paroxismo sus señas de identidad: situaciones delirantes y episodios extremos. Como un Takashi Miike o un Suehiro Maruo de la pluma, Minokame gusta de recrearse en la cualidad estética de violencia, creando escenas de una belleza heladora, que parecen suceder a una cámara lenta que nos permite detenernos hasta en el más mínimo detalle. Dueño de una prosa esquizofrénica, que bascula entre las descripciones exhaustivas y fragmentos casi episódicos, como apuntes de una épica sólo esbozada, las obras de Minokame juegan al despiste. Nada es lo que parece, empezando por la propia obra, que en argumento y forma se acerca a la sexplotation, pero sólo para pervertirla. Como un Caballo de Troya, esta novelita se hace un hueco en tu lívido para destrozarla desde dentro, con ensañamiento. Por encima de todo, el tema habitual en toda la obra de Minokame: la dialéctica entre la realidad y la ficción. Desconcertante e intenso.

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