
El escritor austriaco afincado en Gran Bretaña escribe su primera obra en inglés sin que se aprecie una merma en su capacidad de evocación. En esta breve novela, obra menor pero deliciosa, nos habla de las pequeñas heridas que no dejan de sangrar, de los recuerdos intrascendentes que se graban a fuego en nuestra memoria y, sobre todo, nos habla del poder curativo de la ficción. Es esta una obra, como todas las de Ruland, hermosa y hermética. Con su estilo eminentemente visual, más poético que narrativo, nos sumerge en un mundo autorreferencial, que se explica por si mismo y que sólo se entiende en toda su dimensión al llegar a la última frase. Que nadie se desespere ni se impaciente; que nadie lea la última página antes de tiempo: su significado sólo adquiere todo su peso dentro de su contexto. Del mismo autor, en la misma editorial: Las protestas, El pequeño despilfarro, y su obra magna Descendiendo al Hades.
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