domingo, 20 de abril de 2008

Desconexión de Isidor Ruland

Gimi, un anciano viudo descubre una garrapata en la parte interna de su muslo, justo en el mismo lugar donde tuvo otra siendo un adolescente. Rememora lo que ocurrió en aquella ocasión, y como al contárselo a sus padres éstos deciden deshacerse de Rem, el perro de la familia. Gimi, sintiéndose culpable, les pide que le dejen encargarse personalmente del asunto, y pone anuncios por todo el vecindario. Sólo recibe una llamada interesándose por el perro, la de una anciana que vive al otro lado de la ciudad. Sin saber muy bien cómo pudo enterarse la anciana de que se regalaba un perro, Gimi va a su casa. Entonces no la reconoce, pero en el presente, al rememorarlo, comprende que esa anciana es su esposa ya fallecida, y que ambos están atrapados en una bucle temporal que se repite una y otra vez sin posibilidad de variación. ¿O quizás sí?
El escritor austriaco afincado en Gran Bretaña escribe su primera obra en inglés sin que se aprecie una merma en su capacidad de evocación. En esta breve novela, obra menor pero deliciosa, nos habla de las pequeñas heridas que no dejan de sangrar, de los recuerdos intrascendentes que se graban a fuego en nuestra memoria y, sobre todo, nos habla del poder curativo de la ficción. Es esta una obra, como todas las de Ruland, hermosa y hermética. Con su estilo eminentemente visual, más poético que narrativo, nos sumerge en un mundo autorreferencial, que se explica por si mismo y que sólo se entiende en toda su dimensión al llegar a la última frase. Que nadie se desespere ni se impaciente; que nadie lea la última página antes de tiempo: su significado sólo adquiere todo su peso dentro de su contexto. Del mismo autor, en la misma editorial: Las protestas, El pequeño despilfarro, y su obra magna Descendiendo al Hades.

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