
Seth Liemberg, enfermero y cocinero antes ganarse la vida como escritor, nos presenta aquí su primera novela después da varias recopilaciones de relatos, terreno en el que se mueve como pez en el agua. En sus comienzos se mostraba muy influenciado por el maestro Raymond Carver, pero poco a poco ha ido definiendo su personal estilo, con unas pinceladas alegóricas que le dan cierta teatralidad a su obra, lejos del naturalismo desapasionado de Carver. En su puesta de largo presenta una obra cargada de contrastes: por un lado se muestra compacta y poderosa como una roca, a la que no parece faltarle ni sobrarle nada, pero poseyendo al mismo tiempo una cualidad porosa, llena de resquicios y huecos que, a modo de respiraderos, la hacen palpitar como un órgano vivo. Su punto de vista en tercera persona es el de un espectador privilegiado y atento, pero desconocedor de las interioridades de sus personajes. Recuerda a Hammett en su meticulosidad y en su búsqueda del detalle definitorio pero que nunca traspasa la cáscara que cubre lo real. El contraste entre un estilo tan premeditadamente banal y una historia con tan fuerte carga moral hace que ambos extremos salgan enriquecidos, y cada frase, cada palabra, por ensalmo, parecen adquirir por ello una dimensión sagrada. Ediciones Clarinete vuelve a dar en el clavo al elegir esta obra para su selecta cosecha. Recomendable para cualquier lector avezado, y especialmente para aquellos que tardan más de cinco minutos en conciliar el sueño.
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