martes, 8 de abril de 2008

Moon Stone de Steve Smithson

Extraño artefacto el que nos ocupa: distopía muy sui generis, fábula sobre el poder del destino protagonizada por un anciano ingeniero naval llamado Neil Armstrong que posee un fragmento de piedra lunar heredada desde tiempos inmemoriales por la rama paterna de su familia. Gracias a esta preciada posesión se convierte en el gurú de una secta de adoradores de la Luna, que se dedican, entre otras menudencias, a copular bajo la luz del astro celeste para engendrar una raza de superhombres. Todos menos un anciano e impotente Armstrong, que tiene que conformarse con ver como follan los demás hasta que descubre que al ingerir una minúscula porción de la piedra lunar consigue unas erecciones más que satisfactorias. El único inconveniente es que el deseo sexual de Armstrong es mucho mayor que la piedra, lo que le llevará a ingeniar un modo de viajar al satélite a por más reservas, convirtiéndose así, si todo sale bien, en el primer hombre que pise la Luna.

El cachondo mental de Steve Smithson da su do de pecho con esta novela cargada, como es habitual en él, de un humor sólo aparentemente absurdo, a medio camino entre sus dos maestros, Ballard y Lem. Como bien apunta Neil Gaiman en el prólogo, el autor de Cleveland aprovecha su “faceta más abiertamente humorística para hablar de temas profundos, y su faceta más trascendental para hablar de temas banales”, consiguiendo siempre una extraña sensación de desplazamiento, de irrealidad, de ensoñación. Aquí, por primera vez, bascula entre sus dos vertientes dentro de una misma obra, consiguiendo un resultado heterogéneo y por momentos disperso, pero siempre audaz. A medio camino entre la novela epistolar, el diario íntimo y la biografía no autorizada, esta novela se encuentra en una tierra de nadie habitada por el señor Smithson y los intrépidos lectores que se atrevan a seguirle. Cobarde el último.


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