miércoles, 23 de abril de 2008

El Herbolario de Jacques Christin

El joven Pierre Delcort es un modesto aprendiz de fontanero que vive con su mujer embarazada en casa de sus suegros. Las expectativas en el trabajo son buenas, el feto crece sano, la relación con sus suegros es excelente; pero sin embargo, una noche, al terminar su jornada laboral, en vez de volver a casa como todos los días se va a un lujoso hotel, donde alquila una habitación por siete noches. Un desconocido con el que se cruza por el pasillo será el último en verlo, pues una vez entra en la habitación, Pierre desaparece de la faz de la tierra sin dejar rastro. El desconocido que se cruza en el pasillo lleva por nombre Jacques Christin, y se dedica, entre otros tejemanejes, a robar en hoteles. Tras una serie de circunstancias entrará en la habitación vacía de Pierre, y se hará pasar por él durante esos siete días en que la habitación está pagada, mientras la familia del primero lo busca desesperadamente con la ayuda de la policía. La habitación de Pierre-Jacques se va convirtiendo, poco a poco, en una prisión vegetal de la que ya no podrán salir sino como recuerdos. Pero, ¿alguien se acordará de ellos?
El belga Jacques Christin da un giro a su carrera narrativa (es poeta además de novelista) alejándose del realismo mundano en clave noir heredado de Georges Simenon para escribir su obra más personal e inclasificable hasta el momento. Por la editorial que lo publica en España uno podría aventurar que se trataría de una obra de género negro, más o menos ortodoxa. Y como tal comienza: las sesenta primeras páginas nos sumergen en una trama bipolar, con dos protagonistas que se van alternando hasta que uno de los dos desaparece y ambos se convierten en uno y el mismo. A medio camino entre Psicosis y Lost Highway de Lynch, el resto de la trama parece soñada más que vivida, sobrevolando un aire de irrealidad y extrañamiento que desconcierta y fascina a partes iguales. Tan frío que quema, el estilo de Christin se abre camino hasta las entrañas de los personajes como un cuchillo de carnicero, arrojando luz sobre rincones que suelen vivir a oscuras. No es, como entenderán, una lectura complaciente. Exige la máxima atención por parte del lector para encontrar las claves que se encuentran ocultas en los lugares más inesperados. La recompensa vale la pena.

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