sábado, 5 de abril de 2008

Glass Carrot de Chester Jules

A Emily Greene se le estropea la impresora en el momento más inoportuno, así que corre al centro comercial a comprar una nueva, con la que le dan dos bonos-regalo. A la mañana siguiente, al abrirlos, descubre que en uno de ellos le ha tocado una impresora de regalo, así que decide devolver la que ha comprado y canjear su bono-regalo. Una semana después recibe una carta con una demanda judicial, pues el gabinete de abogados que representa al centro comercial considera que al devolver la impresora ha perdido todo derecho al uso y disfrute de los bonos. Emily, lejos de amilanarse, se lanza de cabeza a una disputa legal que acaba por poner en juego mucho más que su cuenta corriente y su dignidad: su salud mental y su propia vida.
Jules, profesor de historia de la filosofía en la Universidad de San Francisco State, con esta su tercera novela no pretende ofrecernos un drama judicial ni una revisión de El proceso de Kafka, sino un manual de lógica al más puro estilo carrolliano, donde las paradojas se suceden con tal vertiginosidad que por momentos parece que el cerebro del lector vaya a cortocircuitarse. Dramáticamente absurda, divertidamente terrorífica, la epopeya de Emily Greene nos habla de lo fútil de la condición humana, de lo relativo de nuestra grandeza y de lo frágil de nuestra realidad, siempre con sentido del humor pero sin caer en la farsa. En un viaje de ida y vuelta desde la intimidad de Emily, pasando por el aparatoso estamento jurídico y los mass media, hasta volver a la soledad de su apartamento, Jules hace colisionar ambas realidades, la interna y la externa, la pública y la privada, con consecuencias inesperadas y reflexiones difíciles de eludir como lector. Con un estilo desapasionado y casual, supone una de las novelas más originales que este servidor ha leído en mucho tiempo, siendo un regalo perfecto tanto para escépticos como para crédulos.

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