viernes, 4 de abril de 2008

Hijos de la estrella de Mark Knowish

Parece que la editorial granadina Gato Negro se introduce en la narrativa de ciencia ficción más actual e innovadora por la puerta grande, editando, de un tirón, tres de los mejores títulos que un servidor ha tenido el placer de leer últimamente. El encargado de abrir la veda es Mark Knowish, semiconocido por estos lares por su trilogía Planetas en fuga, su trabajo más traducido, aunque ni de lejos el más logrado. En la obra que nos ocupa nos vuelve a desarmar con su impagable y filosófica verborrea. Cuando pone su talento al servicio de una buena historia (lo que ocurre cada tres novelas, más o menos), las estrellas parecen alinearse y todo, forma y fondo, constituye una unidad compacta y perfecta como un diamante pulido. Con esta Hijos de la estrella nos encontramos con la joya de la corona, su obra maestra desde ya, y una referencia ineludible de la ciencia ficción en lo que llevamos de siglo. Es una novela enorme, descomunal, tanto en extensión (nada menos que 700 páginas de pura filosofía cósmica a chorro), como en ambición narrativa (la observación de nuestro mundo a través de siete generaciones de los famosos Grises, especie que según algunos conspiranoicos nos vigila desde hace eones). Es una obra que desde la primera página evidencia señales de fin de etapa, y una vez terminada confirma que Knowish ya no puede llegar más lejos de lo que ha llegado aquí sin mutar.
La obra no nace de la nada; el propio Knowish apunta en el prólogo que durante su redacción siempre tuvo presente el Ghrama Rasa, libro sagrado entre ciertas castas hindúes. Menos místicas, y más evidentes, son las influencias de Communion de Wetley Strieber (que algunos recordaran por su obra maestra El ansia). Que nadie se asuste, la obra está lejos de ser una empanada mental new age; Knowish es perro viejo, y sabe que la mejor forma de enseñar es entreteniendo, y aquí no deja ni el mínimo resquicio para el aburrimiento ni la tontería. La novela comienza con el famoso “Incidente Roswell” para trasladarnos en el tiempo a través de siete generaciones de observadores, conformando, nada menos, que una suerte de historia paralela de la humanidad. La obra bascula hacia delante y atrás en el tiempo, siguiendo una lógica narrativa, no cronológica, como en un juego de preguntas y respuestas. Cada capítulo se abre con un acertijo, que el lector responderá por sí mismo al final, comprendiendo que lo de menos es la respuesta, lo importante es como has llegado a ella. Knowish, irónico y vitriólico, aprovecha esta mirada ajena, este extrañamiento, para realizar una serie de reflexiones sobre la condición humana cuando menos peculiares, y en la mayoría de los casos sorprendentes por su preclaridad. De un virtuosismo que elude el arabesco vacuo, Knowish logra que cada una de las 700 páginas sea una pequeña gema que uno desea releer una y otra vez. Chicos, esto entra para examen.

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