jueves, 20 de marzo de 2008

DF1 a DF4 de Dagmar Fogelström

El sueco Dagmar Fogelström, de formación musical clásica, entró en el Conservatorio de Estudios Musicales Avanzados de Viena en 1961, siendo alumno del gran Arno Giering, pieza clave de la vanguardia musical europea de entreguerras. Allí se empapó de las tendencias del maestro, que partía de una deconstrucción del serialismo de Stravinsky hasta alcanzar un particular minimalismo, próximo a lo que Stockhausen hacía en la época, pero viniendo de direcciones opuestas. Fogelström trajo de vuelta a su regreso a Suecia todas estas influencias, encontrándose con una escena musical, la de mediados de los 60, de gran efervescencia en Estocolmo, mucho más avanzada y arriesgada que las de los centros anglosajones: mientras en estos aún se andaba a vueltas con la dichosa psicodelia, era en los países nórdicos, y en ciudades alemanas como Dusseldorf, donde se estaba haciendo algo verdaderamente nuevo y excitante (no entramos en cuestiones de calidad, que la había, y en abundancia, por todas partes; eran otros tiempos). Fogelström, un culo inquieto y nada acomodaticio, forma parte en estos años cruciales (1966-1970) de multitud de combos de los más variados estilos, pero siempre con dos constantes: el riesgo creativo y la ausencia de un estimulante artificial (o sea, un drogas no, próximo al ideario de Zappa). Aprovechando una política social generosa en becas para los creadores, toda una generación pudo experimentar y tratar de llevar un paso más allá su particular expresión artística sin tener que preocuparse de crear un producto asimilable y vendible a una mínima cantidad de individuos para poder subsistir. Esto trajo consigo, también, su lado negativo: mucha música autoindulgente, vacua, estéril y aburrida. Algunos de los grupos de los que Fogelström formó parte llegaron a realizar grabaciones que, rebuscando con paciencia, todavía hoy se pueden encontrar reeditados por pequeños sellos. Son grupos como Ingrid von Ingrid (donde se atisban ciertas influencias de la primera Velvet Underground), The Small Fisher, o los impresionantes Musik utan ansikte, una especie de Residents pero sin pizca de ironía, un verdadero atentado sónico perpetrado por un conjunto de individuos que parecían sincronizados con algún tipo de ritmo de origen extraterrestre, enfrascados en captar y reproducir modulaciones sónicas venidas del espacio exterior, alcanzando unos grados de belleza sublime. Bach en Plutón, los definió alguien. De esta época es la foto adjunta (Fogelström es el de la tulipa en la cabeza; recalcar la ausencia de drogas en su estilo de vida).
Pero si Fogelström pasará a la historia (oculta, pero historia) de la música, es por su obra en solitario, ya alejada de cualquier definición, influencia clara o estilo. Después de un par de años sabáticos en los que se dedicó a viajar y estudiar todas las músicas que pudo (visitó el norte de África, oriente medio, Mongolia, e incluso vivió una temporada en España), entre los años 1972 y 1975 graba, una detrás de otra, cuatro obras maestras tituladas someramente DF1 a DF4, respectivamente. En ellas plasma de una forma preclara todo lo aprendido en su ya larga formación musical y en sus viajes, en los que comprendió que, dejando a un lado las particularidades de cada etnia, bajo todas las músicas fluye un substrato que las unifica. Esta música universal (no confundir con esperpentos como la world music o la new age, cajón en el que, por error, a veces se incluye su obra) es plasmada directamente desde su cuerpo, sin intermediación de la mente, a la cinta magnética, logrando unos resultados que guardan ciertas concomitancias con la música dadaísta, con el post-minimalismo o con la música concreta, pero sin ser nada de eso. Los discos suenan cada vez más despojados, cada vez más desnudos, buscando una esencialidad que quizás, como Fogelström comprendió, haya que buscar no ya en la música, sino en el silencio. Quizás por eso, tras su cuarto disco, no volvió a grabar nada más. A mi tampoco se me ocurre nada más que pudiese añadir. Las reediciones del sello alemán Zufalls son ejemplares. Existen dos versiones: la de lujo, en dijipack acompañadas de interesantes libretos explicativos del musicólogo Gunnar Sjöberg; o la económica, con dos discos por cd.

No hay comentarios: