lunes, 31 de marzo de 2008

Space Squad de Charles Chambers

Space Squad es la obra de una única fuerza creativa, de una única voluntad férrea y constante, la de Charles Chambers (que por cierto tiene nombre de superhéroe de la Marvel). Él escribe, dibuja, rotula y autoedita bajo el logo de Creature, esta, su criatura. Chambers, apasionado devorador de todo tipo de cómic, fan fanático del medio y habitual de toda convención del ramo a lo largo y ancho de su Estados Unidos natal, saca un primer número fotocopiado de Space Squad en 1999, con una difusión y repercusión mínimas. Leído hoy se notan las carencias a nivel gráfico, pues Chambers es más un narrador competente que un ilustrador brillante, y las viñetas muestran a personajes estáticos en unas composiciones monótonas, con una tendencia a la sobresaturación de diálogos (las cabezas parlantes de toda la vida) que demuestran un caudal de ideas difícil de contener. La falta de atractivo visual privó a muchos posibles lectores de entrar en tan fascinante y original universo, pues el fuerte de Chambers está en la creación de personajes complejos y coherentes, que se mueven en un universo en absoluto maniqueo, lleno de detalles y matices que no se aprecian en un vistazo fugaz en la librería. Las densas 24 páginas del primer número le bastan al autor para introducirnos en su abigarrado mundo, lleno de referencias a los clásicos (Flash Gordon) y no tan clásicos (Nexus) de la ciencia ficción viñetística, en un número autoconclusivo que deja con ganas de más, mucho más. Tardará casi dos años en sacar el número 2, esta vez ya editado con un aspecto profesional y en color (obra de su esposa Katherine). Se nota la evolución en el dibujo, más suelto y dinámico; y la historia termina con un cliffhanger, dando muestras de que Chambers quiere dar continuidad a la serie. Así, de una forma periódica, saca los números 3 y 4, que conforman un primer arco argumental. La serie se convierte en un pequeño éxito editorial, en un momento en que las dos gigantes (Marvel y DC) volvían a copar el mercado casi por completo. Chambers, con su inquebrantable capacidad de trabajo, completa en apenas un año el segundo arco argumental, también compuesto de 4 números (como veremos, el número 4 es fundamental). Tras un descaso de un par de años por motivos de trabajo (por si alguien lo dudaba, Charles Chambers no vive de sus comics), vuelve con fuerza en el año 2004 con el tercer arco argumental, al que sigue el cuarto en el 2006. Estos cuatro arcos argumentales son ahora recopilados en sendos y coquetos tomos, recoloreados, con nueva rotulación y con extras (entrevistas, bocetos, introducción del omnipresente Neil Gaiman), y con portadas de cuatro de los grandes (Brian Boland, John Cassaday, Steve Rude y Glenn Fabry, respectivamente), todos bajo el título unificador de The Getaway. El autor promete continuar en breve con el siguiente gran arco argumental, que sacará directamente en tomos, mucho más rentables, y después con un tercero y un cuarto que conformarían la historia que jura y perjura tiene completa en su mente.
Que nada de lo anteriormente dicho tire para atrás al aficionado. No será necesario esperar un par de décadas para disfrutar de esta historia de espionaje y traición futurista en su totalidad, podemos ir degustándola poco a poco, pues estos cuatro tomos, aunque plantean algunas dudas que serán resueltas en el futuro, presentan una historia autoconclusiva y muy disfrutable. Partiendo de los presupuestos de la space opera, Chambers da una vuelta de tuerca a los tópicos del género, pero siempre con un carácter lúdico. La historia comienza cuando todos los compañeros del Capitán Dwight Lightning (una especie de cascos azules del siglo XXVIII) mueren en una emboscada en una de sus rutinarias misiones. El primer número narra la investigación de Lightning en busca del conspirador, y su particular venganza. A partir del segundo número Lightning reclutará a sus nuevos compañeros, y juntos emprenderán la gran aventura que conforma este primer arco argumental. Habrá traiciones inesperadas, cambios de bando, viajes temporales (buena parte del tercer tomo se desarrolla en un desternillante 1984, por motivos que serían muy complicados de explicar aquí), sexo entre especies, batallas épicas en el torrente sanguíneo de un perro (especie muy importante en el siglo XXVIII), paradojas temporales, enredos amorosos, androides con problemas de autoestima y mil y una sorpresas más que hacen de su lectura una continua delicia. Esta edición en tomos está teniendo más éxito del esperado en Estados Unidos, lo que quizás posibilite que alguien se lance a traducirlos a nuestra lengua. Para los impacientes, que aprovechen ahora que el dólar está por los suelos y no duden en hacerse de una tacada con este manjar.

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