miércoles, 12 de marzo de 2008

Molecula de Ivan Stransky

Uno sale de la lectura de este libro como de una siesta demasiado larga: ligeramente desorientado y más cansado que antes. ¿Por qué recomendar, pues, su lectura? Pues por la misma razón por la que decidimos tomar una siesta: por una mezcla de necesidad física y costumbre arraigada. Y es que la prosa de Ivan Stransky es ciertamente peculiar e imperfecta pero, quizás por ello, extrañamente adictiva. Sólo se apoya en la ciencia ficción como excusa formal, nunca temática: sus historias suelen comenzar como aparatosas y exhaustivas distopías, a veces de farragosa lectura debido precisamente a lo puntilloso, casi obsesivo de su mirada. En sus mejores obras (entre las que antes que la que nos ocupa citaría, sobre todo, Episodios repetidos, su indiscutible obra maestra, aunque me temo que descatalogada en estos momentos), Stransky pronto abandona sus universos paralelos para que la obra mute en una suerte de viaje iniciatico que, paradojas de la vida, nos conduce, al protagonista y al lector, a una realidad más próxima a la nuestra de lo que creíamos y deseábamos, en un viaje de ida y vuelta que hiere casi físicamente.
Si el paciente lector logra superar las 80 primeras y arduas páginas de este volumen, experimentará de primera mano el viaje (literal) del protagonista Dan T., cuyo cuerpo es empequeñecido hasta el tamaño de una molécula (no es la idea más original del mundo, por eso el autor dedica 80 páginas a tratar de convencernos de lo contrario) para ser introducido en el interior de su propio cuerpo físico. Si dicho así, en pocas palabras, suena confuso, les aseguro que en forma de novela no lo es menos. Pero señores, a partir de la página 80 el gozo es continuo y las sorpresas abundantes, y viceversa. Lo que el bueno de Dan T. encuentra dentro de su propio cuerpo sorprenderá al más imaginativo y avezado de los lectores, palabra de boy scout.

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