miércoles, 19 de marzo de 2008

Fractal Light de Jack Spencer

Una serie de contingencias le ocurren a Ryan Octagon en apenas un par de semanas, cambiando su vida de forma radical: choca con su coche contra un alcornoque centenario y es denunciado por las autoridades locales; la superviviente de un naufragio a la que Ryan no ha visto jamás le agradece el haberle salvado la vida por televisión; un meteorito cruza el cielo nocturno de la ciudad con su estela luminosa y sólo él parece haberlo visto; decide cambiar de peluquero y el nuevo resulta ser su antiguo proctólogo, que ha tenido que cambiar de empleo debido a una demanda por mala praxis; alguien le roba todas las ventanas de su casa, dejando intacto todo lo demás... Capítulo a capítulo vamos comprendiendo que estos acontecimientos, sin aparente relación, en realidad confluyen como rayos luminosos a través de un prisma en un único punto climático, sorprendente y poderoso. Jack Spencer pierde la virginidad en lengua castellana gracias a los camicaces de Skyline, que lejos de ser unos ingenuos, saben lo que hacen y lo hacen como pocos. El señor Spencer, veterano forjador de fábulas con apariencia de ciencia ficción seria, pretenciosas, densas y cargadas de simbolismo de baratillo (un Darren Aronofsky podría perfectamente adaptarlas a la gran pantalla sin despeinarse), con protagonistas siempre mesiánicos con su correspondiente y previsible redención final. O sea, lo que en el Diccionario de la Real Academia acompañaría al concepto de tostón. Me acerqué a este volumen, pues, reticente, pero con cierta curiosidad por los amigos que lo editan, que no suelen dar puntada sin hilo, y por un par de críticas favorables de plumas que tengo en buena estima. Y que gran acierto. Como si el señor Spencer hubiese atravesado un espejo carrolliano, de pronto ha mutado para convertirse en su perfecto opuesto: donde antes había grandilocuencia vacía, ahora hay un jocoso sentido de la aventura; donde antes había ridículo mesianismo ahora hay un protagonista real, humano e imperfecto (Spencer habla de su obra más autobiográfica, y se nota); donde antes había previsibilidad ahora hay sorpresas continuas; donde antes había un estilo farragoso e impostado (mucho Ballard y Joyce mal digerido) ahora hay una escritura directa e invisible; donde antes había hilos argumentales deslavazados y finales forzados ahora hay un complejo juego formal de una perfección abrumadora, que en absoluto necesita ser asimilado para su disfrute pero que añade capas y texturas al paisaje final, de una transparencia y belleza cristalina. Una pequeña obra maestra que esperamos sea el principio de una nueva etapa en la carrera de Spencer, y no un hallazgo aislado. Y un diez para Skyline por su visión y riesgo: esto no les va a hacer ricos, pero por lo que a mi respecta se están ganando el cielo libro a libro.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca entenderé el menosprecio que la crítica oficial demuestra hacia las anteriores obras de este autor; novelas como "El altavoz de aluminio", o la genial "Criaturas de cobre" consiguen conjugar el metamisticismo literario (tan característico en toda la obra de Spencer) y la autorreflexión social de manera mucho más lograda que "Fractal Light".

No digo que FL sea mala, pero personalmente me parece que el autor, con esta novela sacrifica su particular forma de concebir la ciencia ficción para acercarse a la (mal llamada) escuela de la "neurofilosofía postcientífica".

Aún así, insisto, la novela tiene sus puntos fuertes (impagable la referencia buñueliana del primer capítulo). A pesar de que, es una novela muy autobiográfica, también podemos encontrar en ella detalles simbólicos universales, algunos muy ricos en significado y ambigüedad (ese gato de 5 patas...), y otros, quizás demasiado evidentes, como el alcornoque centenario.

En fin, sólo espero que Aronofsky nunca la lea, bastante hemos tenido ya con The Fountain ;D

Un saludo,

Dzyr00

archivero dijo...

Estimado Dzyr00:
Siento no poder compartir su opinión: hasta esta novela Spencer me parecía autoindulgente y subido en un pedestal que no entiendo muy bien quién le había construído. Estoy en parte de acuerdo con su defensa de Criaturas de cobre, una novelilla breve (¿o relato largo?, nunca he entendido muy bien cual es el punto en el que pasan de ser lo uno a lo otro) que tenía su gracia, pero precisamente porque por primera vez Spencer no parecía tomarse demasiado en serio a sí mismo, y como ejercicio de estilo funcionaba muy bien (además, insisto, de por su brevedad. Pero lo que allí se dejaba intuír, aquí en FL ya es puro gozo. Yo no creo que Spencer sacrifique nada (o nada que merezca ser salvado), sino que por primera vez ha encontrado su voz propia, y esta es poderosa y original. Que se acerque por momentos a un Harry Stephen Keller autoconsciente y postmoderno en vez de al Arthur C. Clarke más mesiánico y aburrido (que en paz descanse, por cierto), me parece una buena noticia se mire desde donde se mire. Pero para opiniones, los colores. Un placer, en cualquier caso, tener noticias de usted. Que siga leyendo y que siga contándolo, aquí siempre serán bienvenidas sus opiniones.